LEY N°
6
BUSQUE LLAMAR LA ATENCIÓN A CUALQUIER PRECIO
CRITERIO
Todo es juzgado por su apariencia; lo que no se ve no cuenta. Nunca acepte perderse en el anonimato de la multitud o ser sepultado por el olvido. Ponga toda su fuerza en destacarse. Conviértase en un imán que concentre la atención de los demás, mostrándose más grande, más atractivo y más misterioso que la gran
masa, tímida y anodina.
LA AVISPA Y EL PRÍNCIPE
Una avispa llamada Cola de Púa buscaba desde hacía tiempo realizar una hazaña que le procurara fama eterna. De modo que, cierto día, entró en el palacio del rey y picó al pequeño príncipe, que se encontraba dormido en su cama.
El príncipe se despertó
gritando. El rey y sus cortesanos acudieron a ver qué había sucedido.
El príncipe gritaba
mientras la avispa lo picaba una y otra vez.
Los cortesanos intentaron atrapar al insecto, y cada uno fue víctima de las
picaduras de la avispa. Todos los habitantes del palacio real
acudieron en ayuda del
príncipe; la noticia pronto se difundió por todo el reino y la gente acudía en multitud al palacio. Toda la ciudad se encontraba convulsionada; los comercios cesaron sus actividades del día. Antes de morir,
agotada por sus
esfuerzos, la avispa se dijo: "Un nombre sin fama es como un fuego sin llama. No hay nada como atraer la
atención, cualquiera sea el costo."
FÁBULA INDIA
82 LEY N° 6
la PARTE: RODEE SU NOMBRE
DE SENSACIONALISMO Y ESCÁNDALOS.
Llame la atención sobre su persona creando una imagen inolvidable, incluso controvertida. Corteje el escándalo. Haga cualquier cosa para parecer más grande de lo que es y para brillar más que quienes lo rodean. No haga distinción entre las distintas formas de atención: cualquier tipo de notoriedad le otorgará poder. Es preferible ser difamado y agredido que ignorado.
OBSERVANCIA DE LA LEY
P. T. Barnum, el más importante empresario de espectáculos del siglo xix en los Estados Unidos, comenzó su carrera como asistente del propietario de un circo, Aaron Turnen En 1836 el circo se detuvo en Annapolis, estado de Maryland, para dar una serie de funciones. La mañana del estreno, Barnum salió a pasear por la ciudad, vestido con un traje negro nuevo. La gente comenzó a seguirlo. Alguien de la multitud exclamó que se trataba del reverendo Ephraim K. Avery, un hombre de mala fama, absuelto del cargo de asesinato pero aún considerado culpable por la mayoría de los estadounidenses. La furiosa multitud hizo trizas el traje de Barnum y estuvo a punto de lincharlo. Tras varios intentos desesperados, Barnum, convenció al fin a la gente de que lo siguieran hasta el circo, donde podrían verificar su identidad.
Una vez allí, el viejo Turner confirmó que se trataba de una broma: él mismo había difundido el rumor de que Bamum era Avery. La multitud se dispersó, pero Barnum, que estuvo a punto de ser asesinado por la plebe, no disfrutó en absoluto de la broma. Quería saber por qué su jefe se había valido de semejante treta. "Mi querido Barnum —contestó Turner—, todo esto sucedió para nuestro bien. Recuerda que lo único que necesitamos para asegurar nuestro éxito es notoriedad." Y lo cierto es que en la ciudad todos hablaban de la broma de Turner y, durante todo el tiempo que permaneció en Annapolis, el circo se llenó de gente noche tras noche. Barnum había aprendido una lección que no olvidaría nunca.
La primera gran empresa propia de Barnum fue el American Museum, una colección de curiosidades, ubicado en la ciudad de Nueva York. Cierto día, un mendigo abordó a Bamum en la calle. En lugar de darle dinero, Barnum decidió emplearlo. Lo llevó al museo, le dio cinco ladrillos y le indicó que diera, a paso lento, la vuelta a varias manzanas del área del museo. En determinados sitios debía dejar un ladrillo en la acera, conservando siempre un ladrillo en la mano. En el camino de regreso, debía reemplazar cada uno de los ladrillos que había dejado en la calle por el que
tenía en la mano. Todo esto debía ejecutarlo con expresión seria y sin contestar pregunta alguna. Cuando llegara de regreso al museo, debía entrar, recorrer el interior, salir por la puerta trasera y repetir el mismo circuito depositando y reemplazando ladrillos.
Durante la primera de las caminatas del hombre por las ca- lles de la ciudad, cientos de personas observaron sus misteriosos movimientos. Al recorrer el circuito por cuarta vez, se vio rodeado de curiosos que discutían tratando de determinar qué era lo que estaba haciendo. Cada vez que entraba en el museo, lo seguían varias personas que pagaban la entrada para continuar observándolo. Muchos de esos visitantes, atraídos por la colección del museo, se quedaban. Al cabo del primer día de trabajo, el hombre de los ladrillos había llevado a más de mil personas al museo. Algunos días más tarde, la policía le ordenó desistir de sus caminatas, dado que la muchedumbre que atraía bloqueaba el tránsito. El hombre de los ladrillos cesó su actividad, pero para entonces miles de neoyorquinos habían entrado en el museo y muchos se habían convertido en ardientes admiradores del espectáculo de P. T. Barnum.
Barnum solía ubicar una banda de músicos sobre un balcón
que daba a la calle, bajo un enorme cartel que proclamaba: "Música gratuita para millones". "Cuánta generosidad", pensaban los neoyorquinos mientras se congregaban para escuchar los conciertos gratuitos. Pero Barnum se esforzó por contratar los peores músicos que pudo encontrar, de modo que a poco de que la banda ejecutara los primeros compases, la gente se apresuraba a comprar entradas para el museo, donde estarían a salvo del ruido de la banda y de la multitud que la abucheaba.
Una de las primeras curiosidades con las qué Barnum recorrió el país fue Joice Heth, una mujer que, según Barnum, tenía 161 años de edad y había sido el ama de leche de George Washington. Al cabo de varios meses, el público comenzó a ralear y Barnum envió una carta anónima a los diarios, en la que afirmaba que Heth era un fraude. "Joice Heth —afirmaba la carta— no es un ser humano sino un autómata, construido con huesos de ballena, goma y gran cantidad de resortes." Quienes antes no se habían molestado en ver a Heth de inmediato se sintieron picados por la curiosidad, y quienes ya la habían visto pagaron por verla de nuevo para comprobar si era cierto el rumor de que se trataba de un robot.
En 1842 Barnum compró un esqueleto de una supuesta
sirena. Esta criatura se parecía a un mono con cuerpo de pez, pero la cabeza y el cuerpo estaban perfectamente unidos, lo cual constituía una verdadera maravilla. Tras algunas investigaciones, Barnum comprobó que el extraño ser había sido armado en Japón, donde el fraude había causado gran revuelo.
A pesar de conocer la verdad, Barnum publicó artículos en
los diarios de todo el país, para anunciar la captura de una sirena en las Islas Fiji. También suministró a los diarios xilograbados y
Incluso cuando se realiza una manifestación en mi contra, obtengo mi cuota de renombre.
PIETRO ARETINO,
1492-1556
EL ARTISTA DE LA CORTE
Una obra que se presentara voluntariamente a un príncipe debía ser especial en algún aspecto. El artista mismo podría también tratar de atraer la atención de la corte a través de su
comportamiento. Según el criterio de Varas, Sodoma era "bien conocido, tanto por sus excentricidades personales como por su fama de buen pintor" Dado que el papa
León X "hallaba placer en esa clase de individuos extraños y extravagantes",
nombró caballero a
Sodoma, lo que hizo que el artista se trastornara por completo. A Van Mander le resultaba extraño que los productos experimentales de Cornelis Ketel,
pintados con la boca y los pies, fueran comprados por personas distinguidas "simplemente por su curiosidad", y sin embargo Ketel sólo agregaba una variación a experimentos
similares realizados
por Tiziano, Ugo da Carpi y Palma Giovane, que, según
LEY N° 6 j 83
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